Miedo a tu propia sombra

Bucéfalo era el nombre del famoso caballo al que solo Alejandro Magno era capaz de montar. Se cuenta que muchos habían intentado montarlo, pero el caballo se deshacía de ellos rápidamente con bruscos movimientos hasta hacerles caer abruptamente desde su grupa.

Cuentan las leyendas que Alejandro Magno observó con atención al caballo y sus reacciones, hasta llegar a comprender el motivo de su comportamiento. Entonces, colocó al caballo con sus ojos mirando en la dirección del sol y lo montó decididamente espoleándolo con viveza. Bucéfalo arrancó con brusquedad, pero poco a poco Alejandro lo fue atemperando mientras lo mantenían en todo momento encarado hacia el sol.

Lo que le ocurría a aquel animal, como bien comprendió Alejandro Magno a través de su aguda observación, era que tenía miedo de su propia sombra. Al verla, creía que era algo peligroso y reaccionaba en consecuencia de manera brusca y violenta. Manteniéndolo en dirección al sol, consiguió fácilmente que el caballo se enfocase simplemente en avanzar y disfrutar de su trote, sin ningún temor. Bucéfalo iba ganando confianza en cada instante, y una vez acostumbrado, ya nunca más volvió a temer y se convirtió en un caballo magnífico.

Este es un relato que me parece fascinante y encuentro comparable lo que le sucedía a Bucéfalo con lo que le sucede a miles de personas durante sus vidas. Igual que aquel caballo tenía miedo de su propia sombra, muchas personas permiten que sus miedos les paralicen a la hora de perseguir sus sueños. No se dan cuenta de que tal vez lo único que necesitan es mirar decididamente hacia delante, en la dirección de sus sueños, para encontrar en ellos la energía y la pasión necesaria para dejar de una vez por todas sus temores atrás.

Cuando una persona enfoca en sus sueños las sombras comienzan a disiparse. Cuando se empieza a tener fe en el futuro, comienza a aparecer la fuerza en el presente. Cuando uno mira hacia la luz, es imposible que pueda ver la oscuridad. Un único rayo de luz es capaz de vencer la mayor de las oscuridades.

Recordemos esa historia de Bucéfalo cada vez que algún temor nos asalte y nos paralice en el avance hacia nuestros sueños. Encaremos con determinación nuestra mirada hacia el sol, y pronto descubriremos igual que hizo aquel caballo, que cuando las sobras desaparecen comenzamos a tener la libertad de demostrar en su plenitud nuestra verdadera naturaleza.

© 2009 JOSE MARIA VICEDO

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Cultiva tu jardín.

“Cultiva tu jardín…No depende de los profesores educarte… sigue tus propias inclinaciones, persigue tu curiosidad con bravura, exprésate a ti mismo… Al final, la educación, como sucede con la felicidad, es algo individual, y debe de llegarnos desde nosotros mismos. No existe un único camino. Cada individuo debe construir su propio camino. La felicidad no se conquista fácilmente; es difícil encontrarla en nosotros mismos, pero es imposible encontrarla en cualquier otra parte.” –Will Durant (Escritor, historiador y filósofo)

La frase con la que comienza esta cita me parece una metáfora extraordinaria. Realmente nuestro desarrollo personal bien puede compararse a lo que supone cuidar y cultivar un jardín. Si dejamos a su libre albedrío ese crecimiento, pronto nos encontraremos con que las malas hierbas nos invaden y que el jardín carece de cualquier atisbo de estructura.
Un enfoque mucho más interesante es determinar que clase de jardín queremos cultivar, y con ese objetivo en mente, comenzar a utilizar las herramientas y los esfuerzos necesarios para lograrlo.

Igualmente remarcable me parece resaltar la importancia de encontrar tu propia voz. De que ese “jardín” tuyo refleje verdaderamente tus pasiones y aspiraciones. Desafortunadamente son muchas las personas que simplemente quieren tener “copias” de los jardines de otros. Constantemente están mirando a un lado y a otro creyendo falsamente que encontrarán su felicidad duplicando los modelos de vida de los demás. ¡Que tremendo error! Como bien afirma Will Durant en el texto, la felicidad es muchas veces esquiva a la hora de encontrarla en nuestro interior, pero es imposible de encontrar en cualquier otra parte.

Tu “jardín” ha de ser TU jardín. Único y especial. Con sus defectos y sus virtudes, pero en definitiva TU jardín. Y es ciertamente liberadora esa sensación de estar cultivando cada día el jardín de tus sueños…

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El "truco".


Con frecuencia me sorprende la actitud con la que muchas personas asisten a un curso o seminario, o se enfrentan a la lectura de un libro. Sus pretensiones no son más que descubrir ese “truco” que hará que su vida cambie y se transforme positivamente para siempre. En realidad han asistido a ese curso o comprado ese libro esperando que se produzca ese “milagro”. Y por supuesto, cuando termina por no suceder, comienzan a echar la culpa de su falta de resultados a que el autor no supo transmitirle esas claves que le iban a llevar a lograr increíbles resultados.

Siempre me ha fascinado ese interés que tenemos los seres humanos por encontrar el camino más fácil y rápido hacia algo. Y no quiero ser mal interpretado con esto porque yo soy el primer defensor de la idea de que siempre hemos de tratar de hacer las cosas mejor, mas efectivamente. Y si es posible además de una manera más fácil y sencilla, pues mejor que mejor.

Pero aquí me estoy refiriendo a aquellos que pretenden conseguir grandes resultados fruto de una varita mágica. Aquellos que constantemente aplican la ley del mínimo esfuerzo. Que quieren mucho dando poco. Que solo están buscando un “truco” que les saque las castañas del fuego.

A todas estas personas habría que decirles lo siguiente bien alto y claro:

El “truco” se llama trabajo duro.
El “truco” se llama constancia.
El “truco” se llama sacrificio.
El “truco” se llama esfuerzo.
El “truco” se llama dar el 110% cada día.


Ya sé que esto no está de moda últimamente, pero eso es lo que hay que estar dispuesto a escuchar. Cuando uno lee un buen libro o asiste a una buena conferencia, y recibe buenos consejos, lo que finalmente marca la diferencia es ponerlos en práctica. Tomar acción. Estar dispuesto a poner en juego el sacrificio del esfuerzo.

Y luego, igual que le sucede al agricultor que pone cada día todo su esfuerzo en el campo, ya veremos como se da la cosecha…

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Aprender, desaprender y volver a aprender.

Me encanta una cita que leí en cierta ocasión del conocido futurólogo Alvin Toffler: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no sean capaces de aprender, desaprender y volver a aprender.”

Ciertamente vivimos en una sociedad que está en constante cambio y evolución. El ritmo del cambio ha multiplicado su velocidad exponencialmente en los últimos años. Y esta es una tendencia que no solo permanecerá sino que va en aumento cada día.

En este escenario, una de las claves para conseguir resultados es ser capaz precisamente de adaptarse rápidamente. Son muchas las personas que creen que por haber terminado una carrera y haber obtenido su licenciatura, ya están suficientemente formadas y preparadas. Gran error. Hoy en día el aprendizaje y la adaptación permanente ha de formar parte de nuestro estilo de vida. Hemos de tener la mente despierta y alerta en busca de nuevas ideas, de nuevas formas de hacer las cosas, de nuevas tendencias. Y quizás lo más importante, hemos de ser capaces de comprender que tal vez lo que aprendimos durante nuestra etapa formativa ha sido totalmente transformado. En esa capacidad de aprender, desaprender y volver a aprender algo distinto estarán en juego nuestras opciones para triunfar en un entorno como el actual.

Y una buena reflexión a plantearse es si en nuestro día a día estamos teniendo esa flexibilidad de aprendizaje de nuevos temas, que nos aporten esa ventaja competitiva para enfrentarnos con éxito a los desafíos de nuestra profesión y nuestra vida personal. ¿Seguimos haciendo las cosas siempre del mismo modo por simple inercia? ¿Nos preocupamos de estar al día en los nuevos desarrollos y avances que pueden afectar a nuestros proyectos? ¿De que manera podrías añadir valor a tu desempeño en función de nuevos aprendizajes?...

Estas y otras muchas preguntas similares, nos pueden situar en la dinámica de pensamiento adecuada para ser capaces de aprender, desaprender y volver a aprender lo necesario en cada etapa de nuestra vida.

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Tu receta motivacional.

Piensa por un instante en cual es el objetivo de una buena receta de cocina. Su verdadera utilidad es permitirnos de manera repetitiva obtener un gran resultado. Es un proceso compuesto por una serie de pasos que duplicados con exactitud nos permiten alcanzar la excelencia y repetir un resultado en forma de sabrosa comida tantas veces como deseemos. Y la grandeza de la buena cocina es que existen miles y miles de recetas extraordinarias que producen resultados sensacionales cuando se siguen sus instrucciones.

Pues con la motivación humana sucede lo mismo. Cada uno de nosotros podemos crear varias “recetas” cuyo objetivo sea situarnos en un estado de motivación extraordinario. Y aquí es donde cada uno de nosotros hemos de convertirnos en “detectives” investigando cuales son los “ingredientes” que debidamente combinados generarán en nosotros los más altos índices de motivación.
Y cuando hablo de “ingredientes” en tu receta de motivación, básicamente me estoy refiriendo a maneras específicas de utilizar tus sentidos de la vista, el oído y las sensaciones a través del tacto, olfato o gusto.

Imaginemos por ejemplo a una persona cuyo sueño es convertirse en un emprendedor de éxito a través de su propio negocio. Podría descubrir que una receta de motivación para él sería leer la definición que ha escrito de cómo sería un día ideal en su vida una vez que su negocio haya tenido éxito, mientras escucha una música de fondo motivacional, y posteriormente ve algunas imágenes que reflejan ese estilo de vida que desea alcanzar.
Esa combinación de leer imaginando vividamente un día ideal en su vida, junto con la música y la posterior visión de esas imágenes puede ser una “receta” motivacional tremendamente potente para esa persona.

Lo importante con este ejercicio es que tú descubras las “recetas” motivacionales que mejor funcionan para ti. Todas la personas somos únicas y diferentes. Cada uno tenemos un patrón y preferencias motivacionales específicos. Así pues, ¡experimenta! Prueba diferentes “recetas” y descubre cuales son las que tienen el impacto más poderoso en tus niveles de motivación. Plantéate como un reto personal encontrar cada vez “recetas” que te motiven más y más. Y en el proceso te garantizo que descubrirás que cuando se aprende a utilizar los “ingredientes” adecuados, uno puede alcanzar niveles de motivación verdaderamente increíbles.

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Algo más importante que la pasión.

Con mucha frecuencia se escucha el argumento de que poner pasión en lo que haces es una garantía de éxito y realización. Y aunque efectivamente estoy totalmente de acuerdo en que apasionarse por lo que uno hace es uno de los elementos más importantes para disfrutar una vida de auténtica realización y éxito, creo que muchas veces se olvida un factor ligado a esa pasión que es mucho más importante.

Permíteme hacerte reflexionar en torno a una pregunta. ¿De qué valdría poner toda nuestra pasión en un proyecto si finalmente nuestros esfuerzos no nos conducen en la dirección que deseamos?

Sin lugar a dudas lo más importante de todo a la hora de enfrentar cualquier tipo de proyecto es determinar con claridad cual es nuestro PROPÓSITO con ese proyecto. Donde queremos llegar. Cual ha de ser el destino de nuestros esfuerzos.

Y una vez eso está claro, ya podemos poner en juego toda la pasión de la que seamos capaces. Porque si nos lanzamos sin un propósito, simplemente con el objetivo de ser apasionados en todo lo que hagamos, podemos encontrarnos con la paradoja de que a pesar de haber puesto en juego todo nuestro potencial y pasión en algo, los resultados nos desilusionen. Podemos llegar a un “puerto” que no sea el deseado, por no haber tomado el tiempo de definir antes cual era nuestro PROPÓSITO.

Así por ejemplo, una persona que descubra que su propósito para iniciar un negocio desde su casa sea pasar más tiempo de calidad con su familia, encontrará fácilmente la forma de motivarse y desatar pasión mientras persigue ese proyecto. El simple hecho de pensar en ese propósito último de su esfuerzo le animará y le permitirá desatar en cada instante su máximo potencial. Y lo mismo sucederá con cualquier otro tipo de proyecto con el que tengas que enfrentarte. Toma el tiempo de descubrir tu propósito primero y descubrirás como te resulta mucho más sencillo poner pasión en cada cosa que haces.

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Cuando alguien cree en ti.

Una de las influencias más positivas que he tenido en toda mi vida fue la de uno de mis profesores en educación primaria. Don Rafael era un salesiano que nos daba clase de lengua y literatura. Como profesor era extraordinario, y como persona simplemente excepcional. Aprendí muchísimo en sus clases, pero muchísimo más de su filosofía de la vida y de los principios que nos mostraba cada día a través de su ejemplo.

Todavía recuerdo hoy como si hubiese sucedido ayer mismo, la primera muestra que me ofreció de su inmensa sabiduría de la naturaleza humana. Yo tendría en aquel momento unos 12 años, y recién acababa de comenzar el curso lectivo de aquel año. Aquel día en concreto, durante la clase de lengua, mi comportamiento fue algo travieso, y tras aguantarme durante un buen rato, finalmente don Rafael, como jefe de estudios que era, me citó en su despacho después de clase. Yo esperaba un buen castigo y una buena reprimenda.

Con esos presagios, tras la clase me dirigí a su despacho esperando lo peor. Cuando entré, cual fue mi sorpresa cuando don Rafael simplemente me dijo que no estaba allí para ser castigado, sino para que entendiese que aquel comportamiento a lo único que me conducía era a desperdiciar el inmenso potencial que yo tenía y que él veía en mí. Y acto seguido me dijo que me iba a nombrar responsable de las suscripciones y de la revista de la escuela en mi curso.
No solo no me castigó, sino que me ofrecía su confianza. Diciéndome que creía en mi potencial, hizo que mi autoestima se elevara.

Desde aquel instante mi actitud cambió radicalmente. Me convertí en un alumno que demostraba interés en cada una de mis clases. Era como si quisiese demostrar que aquello que me había dicho don Rafael era verdad. Que mi potencial era mucho y no lo podía desperdiciar haciendo tonterías. Pronto aquel simple cambio de actitud me hizo descubrir una pasión por el aprendizaje que me ha acompañado hasta el día de hoy.

Hoy, muchos años después de aquella simple experiencia, puedo decir que aquella conversación con don Rafael cambió profundamente mi vida. Aquellas simples palabras significaron un impulso positivo en mi actitud de gran calado. Ese es el increíble poder que todos y cada uno de nosotros tenemos si nos proponemos impactar positivamente a personas de nuestro entorno. A veces, demostrando que tú crees en alguien, ese alguien descubrirá en si mismo ese potencial adormecido y querrá despertarlo. Y eso terminará suponiendo una tremenda diferencia positiva.

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